ESCRITOS DE MI MEMORIA: Dos momentos de ausencia, por Carmen Tomás Asensio



UNA NAVIDAD DIFERENTE


Conocía el lugar.
Había estado varias veces, siempre en verano, cuando el agua del claro riachuelo contrastaba su frescor con el calor del sol que encendía los trigales.
En la casita del guardabosques, en medio de los campos, junto al arroyo, donde me gustaba pasar mis vacaciones. Tenía una gran amistad con esta familia y gozaba de su hospitalidad. Sus hijos, adolescentes, tenían también en esas fechas sus días de descanso. Los disfrutábamos todos reunidos.
Mi vida era tranquila, en contacto con la naturaleza.
Paseaba, leía, escribía… estaba feliz.
Este año era diferente. Convaleciente de una pequeña operación, decidí pasar unos días en invierno que coincidieron con la Navidad.
Me apetecía cambiar de costumbres en esas fechas.
Estos amigos me acogieron para esa experiencia diferente.
Paseé entre la nieve, contemplé las aguas convertidas en un brillante cristal. Los pinos escondían su verdor debajo de una capa blanca y algodonosa, que los convertía en mágicas esculturas.
Todo diferente, todo hermoso.
La noche de la cena la mesa estaba especialmente adornada.
Los servicios de mesa de los padres, de los tres hijos, el mío… y en la cabecera de la mesa otro cubierto… Pensé que tenían otro invitado especial y que querían darme una sorpresa, así que intenté disimular mi curiosidad.
Cuando llegó el momento de sentarnos a la mesa, pensé que era la ocasión de darme por aludida.
- ¿No esperamos al invitado? – pregunté.
- No tiene que llegar. Está siempre aquí con nosotros – contesto la dueña de la casa.
Me quedé asombrada y entonces me aclaró.
- Esta noche se le pone un cubierto a mi padre. Es una forma de recordarlo y rendirle un homenaje.
- ¿Pero nunca llega a la cena de Navidad?
- Muy difícil, murió hace once años.

Como digo, una Navidad diferente.


EL DOLOR DE LA AUSENCIA


¿Cuándo deja de latir el corazón?
¿Qué cansancio lo agota?
¿Qué tristeza lo aprieta
hasta romperlo en pedazos?

La soledad no deseada,
el dolor no superado,
el sentimiento de impotencia
por los proyectos que nunca
se podrán ya realizar…

- “Si yo hubiera pensado…”
- “Si yo hubiera previsto…”
- “Si yo te hubiese dicho más veces
cómo y cuánto te quería…”

Te quiero en el tiempo y para siempre.
Mis ojos están cegados
de llorarte en silencio,
para no entristecer a los demás.

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